Una madre soltera de Honduras a quien no identificaremos por seguridad dice que llegó a Estados Unidos hace seis años huyendo de amenazas de pandillas.
Ella asegura que cuando llegó a California, la vida, no fue fácil.
“Agarré tres trabajos, días que no trabaja en dos, ósea mis dos libres de uno, lo trabajaba en otro hasta que llegó un día que no aguanté”, narró la mujer.
La mujer aseguró que las deudas se acumulaban y necesitaba dinero para mantener un techo sobre su familia.
Fue cuando se contactó con conocidos en San Francisco quienes la introdujeron a la venta de fentanilo en Tenderloin.
Ella afirmó que estas personas no son miembros de ningún cartel y trabajan independientemente, vendió drogas por tres años.
Le preguntamos a cuánto vendía la droga, nos dijo que durante la pandemia el precio bajo drásticamente.
“Hay tanta competencia que se ha llevado a bajar el gramo de $150 a $20”, aseguró la madre de familia.
Cuando le preguntamos si sabía que la droga es una epidemia que está matando a miles de personas a nivel nacional, dijo lo siguiente:
“Ya lo he pensado, y ya estoy como Dios ojalá no le haya dado lo incorrecto a esa persona porque no quiero que me digan que lo maté”, aseveró la mujer.
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Por eso tenía una regla.
“Entre menos sepa mejor”, dijo.
Ella dice que no lo hacía por gusto.
“Uno piensa que uno no es capaz yo lo pensaba, el primer día dije yo no soy de allí no pertenezco allí pero a veces la necesidad obliga”, señaló la mujer. “Pues en las cuatro horas que iba $4,000 y algunos han ganado hasta $15,000. No es fácil, las personas piensan que es un dinero fácil y no lo es pareciera, pero todo tiene consecuencias”.
La han arrestado cuatro veces.
“Me andaban siguiendo, entonces te siguieron vieron que hiciste una transacción y te arrestaron, sí”, aseguró la madre de familia.
Los vendedores de drogas no operan sólo en Tenderloin.
“Si vas a San Francisco hay en todos lados ya ahora no es como antes ahora no”, indicó la mujer.
Desde hace un tiempo dejó ese trabajo, pero hay algo que nunca podrá olvidar.
“Cuando estaba allí miraba personas que estaban tan mal que dije Dios qué estamos haciendo, hasta dónde hemos llegado, hasta un punto de no tener corazón y ver esas personas muriendo porque prácticamente van muriendo poco a poco”, señaló.
Ella asegura que siempre vivirá con un remordimiento de conciencia.
“Yo sé que uno paga lo que hace y pienso que como dicen por ahí Dios aprieta pero no ahorca”, asevero.
Esta mujer indicó que ya no vende drogas y recibe ayuda de organizaciones.