ESPAÑA - Los reyes de España, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y el presidente regional de Valencia, Carlos Mazón, llegaron este domingo a Paiporta, epicentro del temporal que azotó Valencia, pero a los pocos minutos los vecinos de la localidad se lanzaron sobre ellos, tirándoles barro al grito de “asesinos”.
Los ánimos estaban caldeados tras cinco días desde que el temporal arrasó la provincia de Valencia, en la costa mediterránea española, causando 213 víctimas mortales, un número indeterminado de desaparecidos y cuantiosos daños materiales; y donde aún las calles están llenas de barro y enseres destrozados.
Ante la indignación de la gente, los escoltas actuaron rápidamente creando un cordón de seguridad en torno a los visitantes reales, y trataron de protegerlos del lodo y los objetos que les lanzaban abriendo paraguas sobre sus cabezas y replegándose ante un ambiente fuertemente marcado por la tensión y la rabia.
Sin embargo, el barro acabó manchando la cara del rey Felipe VI y una pala fue dirigida a la espalda del presidente del Gobierno, que rápidamente fue evacuado por el protocolo de seguridad. Además, uno de los escoltas de los reyes acabó con una brecha en la cabeza.
La reina Letizia, unos pasos más atrás, se secaba lágrimas mientras algunas mujeres le aseguraban que esto “no es por usted”.
“Tres días para que llegue el ejército, no tenemos ropa, no tenemos comida, no tenemos nada”,les dijeron dos mujeres a la reina, a quien aseguraron que “nos están mintiendo”, a lo que ella, visiblemente superada por la situación, les confesó: “tenéis razón”.
El presidente valenciano aguardaba tras el monarca con perfil bajo y cara seria, escuchando los cánticos que le pedían su dimisión.
“Traed una pala”, “que se manchen”, gritaban las personas que trataban de zafarse constantemente del cordón de seguridad para llegar lo más cerca posible.
En menos de dos minutos los vecinos acorralaron a la comitiva y cada vez que el rey trataba de seguir caminando hacia delante, muchos intentaban cortarle el paso con palas en la mano.
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“¡Han muerto niños, no es como la pandemia que eran ancianos, niños!”, lloraba ante EFE un hombre. “Ahora ellos volverán a su casa a darse una ducha caliente y dormir en su cama”, se quejaba otro.
Ante el ambiente cada vez más hostil, aparecieron cuatro agentes de la policía montada, que despertaron el nerviosismo de los presentes debido a la actitud revoltosa de los caballos.
Tras casi media hora, la comitiva decidió replegarse y encaminarse hacia los vehículos que aguardaban unos metros atrás. Mazón se introdujo en uno de los coches y la reina en otro vehículo.
El rey llegó a sentarse en la parte de atrás del suyo, pero a los pocos segundos cambió de opinión e indicó que quería acercarse a hablar con vecinos.
Entre gritos de “borbón, defiende a tu nación”, Felipe VI salió rodeado por un equipo de escoltas, guardias civiles y policías que sumaba alrededor de medio centenar de efectivos y señaló a la persona con la que quería hablar -aquellos que lloraban desconsoladamente pero también los que le insultaban con saña- y su jefe de seguridad los hacía pasar dentro del cordón para que se desahogaran.
“¿Por qué no han venido antes?”, lloraba una mujer cogiéndole la mano. “¡Desplegad al ejército!”, le exigía un joven que segundos antes había estado acusando al monarca de tener las manos “manchadas de sangre”.
Para la mayoría, la comitiva real llegó solamente a “hacerse la foto”, mientras a ellos los tienen “abandonados”, según aseguró un anciano a EFE.
Felipe VI escuchó pacientemente al menos a una decena de vecinos,a los que repetía fórmulas como “lo entiendo” o “hacemos todo lo que podemos hacer”. “¿Y Sánchez dónde está? El rey está dando la cara”, preguntó uno de los presentes a los periodistas.
La mayoría de los que hablaron con el monarca salieron del cordón de seguridad llorando, mientras parte de los allí presentes les criticaban por escuchar al monarca: “¡no os creáis nada, os está utilizando!”, gritaban.
Tras estas audiencias improvisadas, Felipe VI se encaminó hacia su coche, donde, antes de entrar, juntó sus manos en señal de perdón a un pueblo que este domingo escenificó la indignación que siente hacia unas autoridades que, para ellos, llevan casi una semana ausentes.